La vida de una marioneta es predecible, es decir, su destino esta escrito desde el momento en que son creadas. Las marionetas tienen vidas apacibles y seguras, pues las cuerdas que las atan también las protegen de ser arrastradas lejos de sus caminos. Son felices, dentro de lo que cabe, por supuesto.
Había una vez una pequeña marioneta de madera, había sido creada como una linda bailarina de ballet, sin embargo ella lo odiaba, odiaba el tutú rosa que llevaba, odiaba su perfecto pelo rubio recogido en un moño, odiaba la eterna sonrisa que se había inscrito en su cara y sobre todo odiaba bailar, no había nada que le disgustase más, pues ella sentía que eso no era para lo que estaba hecha.
De manera que esta pequeña marioneta decidió rebelarse, ella logro deshacer su delicado peinado y tras mucho buscar encontró un pequeño papel de lija con el que borró la sonrisa que llevaba pintada. Ahora no podía hablar pero se sentía mucho más feliz de lo que nunca se había sentido, las otras marionetas la señalaban como extraña y se alejaban de ella a su paso, pero a nuestra pequeña bailarina le daba igual, ella era feliz, o algo parecido.
Un día hubo un gran revuelo en la ciudad de las marionetas, había llegado un visitante, era un pequeño pirata y a todos asombraba puesto que llevaba un pequeñas espada metal. Hasta entonces las marionetas de aquella ciudad solo habían visto objetos de madera. Y más raro aún, no llevaba cuerdas atadas a sus manos ni a sus pies. Las marionetas sabían que eso no era normal y se alejaban del extraño visitante lo cual hizo que nuestra bailarina se mostrará aún mas interesada por él.
Cuando sus ojitos pintados se encontraron por primera vez ambos sintieron que algo cambiaba en su interior y un extraño calor les inundaba. El se ofreció (ya que tenía un espada de verdad) para liberarla de lo que ellos consideraban crueles ataduras. Ella acepto silenciosamente. Y tras eso juntos partieron de aquella ciudad a vivir aventuras por el mundo, un mundo que era demasiado grande para dos marionetas.
Juntos recorrieron grandes distancias, él le enseñó las maravillas del mundo y le contó mil y un historias, ella silenciosa asentía a cada una de sus palabras y no había quien los separara.

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